Cuantas veces habremos criticado los contenidos de nuestras asignaturas, que luego nos han explicado otros profesores y nos han gustado. En mi caso, muchísimas. Me he encontrado, a lo largo de mi vida escolar, a muchos maestros que se han limitado a leer lo que ponía en el libro, maestros de voces tranquilas y constantes… (ni un altibajo que otro), de esta manera su propósito más que enseñarnos, era dormiiiiirnos y relajaaaarnos, y con los ojos entre abiertos, esperábamos a que sucediera algo divertido, como por ejemplo, las visitas que nos hacían las avispas en clase ¡Qué alboroto!
Aprender sin odiar lo que se estudia es un propósito que pocos maestros tienen en cuenta a la hora de impartir sus clases. Aprender a través del juego, es una buena opción. Hay tantos maestros que se ciñen al libro de texto… sin pensar que hay otras opciones, otras formas de enseñar divertidas y creativas.
En biología, aprendí muchas cosas sobre las células, si algo me ayudó a comprender a parte de la explicación de mi gran profesor, fue la célula de plastilina que hice con todas y cada una de las partes de esta. ¡Y qué divertido fue!
Creo que lo más importante para evitar esto, es que los maestros se preocupen más por lo que aprenden sus alumnos y prueben otros métodos de enseñanza, dando menor importancia al tiempo que requieren estos.